Puede que más de alguna nos hayamos topado con la temible pregunta que acecha en nuestro entorno y en nuestro día a día…

Corría los noventa…

Todos los años, al finalizar las clases, viajábamos a Huesca para pasar las vacaciones de verano alejados de Barcelona. —O en su defecto, de la urbanización— Un pueblito retirado donde Dios no quiso ir a recoger la alpargata. Apenas corrían quince años por mis venas, y ya tenía que enfrentarme a preguntas del tipo… “¿De dónde eres?” y la pregunta al cubo resonaba con el… “No, pero… ¿de dónde eres realmente?” ¿acaso tenía que ser de algún lugar en concreto, acorde a lo que mi piel mostraba? O ¿era… que no estaba siendo todo lo española que tenía que ser?

(…) y por ello, a lo largo de mis puestos de trabajo, siempre me enfrentaba a las caras compungidas, los ceños fruncidos, o el escarbar en mi árbol genealógico “…Pero… ¿tus padres de dónde son?” Una vez más, la verdad quedaba expuesta o revelada al pronunciar, “Mis padres son de África” acto seguido una cara de resolución, porque hablar español perfectamente o no tener un acento marcado, vestir al modo europeo, o comer las mismas cosas que otras personas blancas, no encajaban con la piel negra que asomaba.

(…) Un extraña en tu propia ciudad, como puede ser Barcelona, pero claro, viajar al sur y vivir cierto tiempo considerable allí, dio para muchas situaciones inverosímiles que toda persona negra ha vivido. Ahora, con más edad y más amplitud  de miras sobre el mundo que me rodea, no quiero dar explicaciones a nadie: «Soy Afroespañola del to’».”

Y es por eso por lo que en Ehòi, la idea de no tener que dar más explicaciones, desde un país que se relaciona más desde el ‘andalú’ allá a donde vaya. Somos así de claros:

Si me preguntan de donde soy, pues…

🔗 «AFROESPAÑOLA DEL TO’»

Porque el color de la piel no debería determinar tu procedencia sino más bien todo lo que te conforma.

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